En un artículo titulado "¿Por qué pedir las llaves si puedes llamar al cerrajero?", el periodista José Yoldi explicaba el 1 de marzo de 2010 en el diario El País que cuando Altava se separó de Paloma Sanz, su compañera sentimental y madre de sus dos hijos, se personó en el domicilio familiar ubicado en Castellón con dos cerrajeros, varios policías de paisano y tres transportistas para apoderarse de 70 cajas de libros, además de cuadros, estanterías, mesas y sillas de despacho, ordenadores, impresoras y todos los efectos que Altava consideró suyos.
El 15 de agosto de 2003
Precisamente, fue un 15 de agosto -festivo en toda España y día en el que Paloma Sanz se encontraba de vacaciones en Benicàssim con sus dos hijos-, cuando el senador aprovechó para reventar la cerradura del domicilio y de paso forzar las puertas del despacho profesional de su excompañera sentimental, situado en la planta baja del mismo inmueble.
Salvado al convertirse en Senador
Lo ocurrido aquel día dio lugar a que el Juzgado de Instrucción número 2 de Castellón abriera un proceso por delito de realización arbitraria del derecho propio. El caso siguió adelante, se abrió juicio oral y cuando estaba apunto de sentarse en el banquillo de los acusados en Castellón, Altava resultó elegido senador por el Partido Popular.
Absuelto por Maza
Y entonces, al ser aforado desde el 9 de marzo de 2008, el caso pasó al Supremo. La fiscalía consideró que había elementos suficientes para acusar a Altava, pero el juez instructor del Supremo, José Manuel Maza, aseguró en una sorprendente resolución que el dirigente del PP no había cometido delito alguno. Para Maza lo ocurrido aquel 15 de agosto de 2003 fue un "mero cambio de cerradura" ya que "en ningún momento Altava pretendía realizar un derecho propio contra la voluntad de su expareja".
Pregunta sin respuesta
"Y usted se preguntará: si todo fue tan inocuo, ¿por qué Altava no llamó a su expareja y le pidió las llaves para entrar en la vivienda y llevarse sus cosas, en lugar de hacerlo cuando ella estaba de vacaciones y por la fuerza?; se preguntaba el periodista José Yoldi en su artículo antes de afirmar que "menos mal que todos sabemos que los jueces del Supremo no prevarican, porque seguro que habrá malpensados que opinen que el asunto tiene un malsano tufillo corporativo".