VIOLENCIA DE GÉNERO El parte de lesiones confirma un labio partido y un brazo escayolado
Inmaculada, víctima de violencia de género y a la que le han quitado la custodia de sus hijas. P. RUBIO
Un padre de golpe y porrazo
Un juez otorga la custodia de las hijas a un progenitor al que el fiscal pide cinco años y 10 meses de cárcel por malos tratos
Inmaculada, víctima de violencia de género y a la que le han quitado la custodia de sus hijas. P. RUBIO
ALBERTO MÚÑOZ GONZÁLEZ Especial para EL MUNDO Madrid
Actualizado: 26/01/2015 20:34 horas
Inmaculada, una madre de la localidad alicantina de Alcoy, ha perdido la custodia de sus dos hijas, de nueve y cinco años. El juez ha decidido otorgársela a su ex marido, para el que la Fiscalía pide una pena de cárcel de cinco años y 10 meses por violencia de género.
"Estuve 12 años casada con ese hombre; aguantando agresiones físicas y psicológicas sin denunciarlo. Pero un día dije basta y decidí separarme", cuenta ahora ella.
"El 10 de octubre, cuando ya no estábamos juntos, se presentó en mi casa con un amigo. Éste me partió la boca de un tortazo y lo único que dijo mi ex marido fue: 'Déjala, que le pone que le peguen'. A partir de ahí empezó una agresión entre los dos que terminó con mi labio partido por varias partes, el brazo escayolado y múltiples moratones por todo el cuerpo. Intenté esconderme en el coche pero me vi atrapada y se convirtió en un infierno", recuerda Inmaculada.
En el hospital, cuenta, le hicieron un parte de lesiones que confirma estas agresiones y por el que la Fiscalía, además de por maltratos anteriores, pide casi seis años de cárcel para el ex marido. Él también presentó uno: había recibido un arañazo de su mujer cuando ésta intentaba protegerse. Por ello, piden para Inmaculada cuatro meses de prisión.
"Es la nueva técnica que tienen los maltratadores para intentar ponerse en igualdad de condiciones con las víctimas. Denuncian lesiones mínimas o inexistentes para intentar ensuciar el proceso", lamenta ella.
Después de esta agresión, Inmaculada, que tenía entonces la custodia de las niñas, decidió mudarse a Castellón. "En Alcoy no tengo familia ni tengo nada. Creí que era el momento para empezar de cero en otro sitio. Además, sólo está a 140 kilómetros y su padre podría venir a por ellas cuando le tocase".
En ese momento, el juez -que es el mismo que le tomó declaración por los malos tratos- decidió entregarle la custodia de las niñas al padre. Lo hizo en contra de las peticiones de la hija mayor, que llegó a declarar que había visto a su padre pegar muchas veces a su madre. "Una vez la empujó contra las escaleras y le sacó el brazo de su sitio, después hizo un cloc súper fuerte y se lo volvió a colocar", contó la pequeña, tal y como se recoge en su testimonio. Además, la menor declaró que no se sentía bien cuando estaba con su padre y que por favor la dejasen vivir con su mami.
En la resolución que otorga la custodia al padre, el juez obvia las declaraciones de la niña aduciendo que ésta padece SAP (Síndrome de Alienación Parental). Es decir, el magistrado sostiene que la madre ha influenciado a su hija para que esté en contra de su padre. En su resolución, se apoya en un síndrome que no está reconocido por ninguna organización científica, pero no valora las declaraciones de una testigo que asegura haber visto cómo se producían las agresiones.
"La perito judicial dice que le he creado una dependencia de protección muy fuerte a mi hija. Pero ¿cómo no va a ser así? Cuando están con él, las deja en un club de ajedrez, se sube mujeres a casa en presencia de ellas y ni siquiera se preocupa por hacerles más que pasta para cenar", cuenta Inmaculada sobre las declaraciones su hija en el juicio.
El juez no tiene en cuenta tampoco la situación de maltrato porque, arguye, "la violencia se ha producido contra la mujer, no contra las niñas, y se trata de un caso diferente". En cambio, la legislación establece que, en el momento en que se produce una situación de maltrato, los hijos se convierten también en víctimas automáticamente.
"Cuando hay hijos de por medio, el maltrato no termina jamás. Se convierten en armas. Estoy segura de que él no va a hacerle daño a nuestras hijas, pero ¿cómo puede un juez hacer esto?¿Con quién estaban los niños de Bretón? No se les protege", lamenta la madre.
El juez puede ejecutar en cualquier momento la sentencia y obligar a Inmaculada a entregar a sus hijas a su ex marido.
"Estuve 12 años casada con ese hombre; aguantando agresiones físicas y psicológicas sin denunciarlo. Pero un día dije basta y decidí separarme", cuenta ahora ella.
"El 10 de octubre, cuando ya no estábamos juntos, se presentó en mi casa con un amigo. Éste me partió la boca de un tortazo y lo único que dijo mi ex marido fue: 'Déjala, que le pone que le peguen'. A partir de ahí empezó una agresión entre los dos que terminó con mi labio partido por varias partes, el brazo escayolado y múltiples moratones por todo el cuerpo. Intenté esconderme en el coche pero me vi atrapada y se convirtió en un infierno", recuerda Inmaculada.
En el hospital, cuenta, le hicieron un parte de lesiones que confirma estas agresiones y por el que la Fiscalía, además de por maltratos anteriores, pide casi seis años de cárcel para el ex marido. Él también presentó uno: había recibido un arañazo de su mujer cuando ésta intentaba protegerse. Por ello, piden para Inmaculada cuatro meses de prisión.
"Es la nueva técnica que tienen los maltratadores para intentar ponerse en igualdad de condiciones con las víctimas. Denuncian lesiones mínimas o inexistentes para intentar ensuciar el proceso", lamenta ella.
Después de esta agresión, Inmaculada, que tenía entonces la custodia de las niñas, decidió mudarse a Castellón. "En Alcoy no tengo familia ni tengo nada. Creí que era el momento para empezar de cero en otro sitio. Además, sólo está a 140 kilómetros y su padre podría venir a por ellas cuando le tocase".
En ese momento, el juez -que es el mismo que le tomó declaración por los malos tratos- decidió entregarle la custodia de las niñas al padre. Lo hizo en contra de las peticiones de la hija mayor, que llegó a declarar que había visto a su padre pegar muchas veces a su madre. "Una vez la empujó contra las escaleras y le sacó el brazo de su sitio, después hizo un cloc súper fuerte y se lo volvió a colocar", contó la pequeña, tal y como se recoge en su testimonio. Además, la menor declaró que no se sentía bien cuando estaba con su padre y que por favor la dejasen vivir con su mami.
En la resolución que otorga la custodia al padre, el juez obvia las declaraciones de la niña aduciendo que ésta padece SAP (Síndrome de Alienación Parental). Es decir, el magistrado sostiene que la madre ha influenciado a su hija para que esté en contra de su padre. En su resolución, se apoya en un síndrome que no está reconocido por ninguna organización científica, pero no valora las declaraciones de una testigo que asegura haber visto cómo se producían las agresiones.
"La perito judicial dice que le he creado una dependencia de protección muy fuerte a mi hija. Pero ¿cómo no va a ser así? Cuando están con él, las deja en un club de ajedrez, se sube mujeres a casa en presencia de ellas y ni siquiera se preocupa por hacerles más que pasta para cenar", cuenta Inmaculada sobre las declaraciones su hija en el juicio.
El juez no tiene en cuenta tampoco la situación de maltrato porque, arguye, "la violencia se ha producido contra la mujer, no contra las niñas, y se trata de un caso diferente". En cambio, la legislación establece que, en el momento en que se produce una situación de maltrato, los hijos se convierten también en víctimas automáticamente.
"Cuando hay hijos de por medio, el maltrato no termina jamás. Se convierten en armas. Estoy segura de que él no va a hacerle daño a nuestras hijas, pero ¿cómo puede un juez hacer esto?¿Con quién estaban los niños de Bretón? No se les protege", lamenta la madre.
El juez puede ejecutar en cualquier momento la sentencia y obligar a Inmaculada a entregar a sus hijas a su ex marido.